Cómo hacer que tus hijos duerman bien

Los niños -como los adultos- duermen según viven y viven según duermen, por ello demasiado tiempo frente al televisor, la falta de ejercicio físico regular o el exceso de actividad extraescolar, junto con una dieta inadecuada pueden desencadenar trastornos de sueño que sufren tres de cada diez escolares en algún momento de su infancia. Aquí te daremos algunos consejos para que tus hijos duerman bien:

Para un mejor descanso y calidad de vida de los pequeños y, por tanto, de los padres, la solución pasa por la inexcusable visita al pediatra.

Casi uno de cada tres niños padecerá algún tipo de problema relacionado con el sueño -que no enfermedad- en algún momento de su infancia. En el 90 por ciento de los casos las causas estarán estrechamente relacionadas con hábitos de vida que hay que modificar, como advierte la Sociedad Española de Pediatría Extrahospitalaria y Atención Primaria.

Y es que, existen múltiples de factores de nuestro estilo de vida y alimentación que también influyen en los trastornos del sueño infantil -en el déficit o mala calidad del descanso nocturno. Uno de ellos, como han demostrado diversos estudios internacionales, está relacionado con un tiempo excesivo delante del televisor por parte del pequeño.

De hecho, este especialista recuerda que “ver demasiado tiempo la televisión está asociado a una mayor frecuencia de insomnio infantil”. En este sentido, y siguiendo los consejos de la Academia Americana de Pediatría, “no es recomendable que los niños menores de dos años vean la televisión” y a partir de esta edad, lo ideal es no más de dos horas al día y no utilizar el ritual de ver la televisión para que el niño se duerma, como hacen el 30 por ciento de los padres.

Por otra parte, también la población infantil de entre cuatro y 12 años puede padecer apnea del sueño, un trastorno que sufre uno de cada diez niños y que tiene “importantes consecuencias cognitivo-conductuales”. Sus causas “a estas edades son diferentes a cuando se presenta la patología en edad adulta; en este sentido, está asociada un aumento del tamaño de las vegetaciones y amígalas que junto a la disminución del tono muscular acaba obstruyendo las vías aéreas.

A esto, se añade la obesidad infantil y la falta de actividad. Así, un niño con un aumento de las amígdalas, que además es obeso y que hace poco ejercicio físico tiene todos los números para tener dificultades respiratorias nocturnas y que, por tanto, tenga un peor descanso nocturno”.

El problemas en estos niños con apnea es, en palabras del especialista valenciano, que “no presentan sintomatología que haga sospechar que no respiran bien en el sueño -fatiga, boca abierta durante el día, etc”. Sin embargo, “sí se muestran irritables y más nerviosos en las franja diurna”, concluye.

Mucha actividad extraescolar, peor calidad del sueño

Pero el tipo de sociedad en la que actualmente vivimos también es culpable de una peor calidad del sueño en los más pequeños de la casa. Así, el exceso de actividad fuera de horario de colegio, tanto física como intelectual, también puede tener consecuencias nefastas en el sueño, como advierte el doctor Pin Arboleda.

Y es que, como sucede en los mayores, “cuando nos acostamos excesivamente exhaustos de cuerpo y mente, nuestro organismo no descansa ni libera las tensiones como debería y a la mañana siguiente nuestra concentración y estado de ánimo se ven seriamente perjudicados. Es un hecho”, explica el especialista en sueño.

El carácter o temperamento del niño también está relacionado con una mejor o peor calidad del sueño infantil, así como los cambios en los ritmos horarios que le imponen los padres”, como apunta el especialista.

Así, por un lado, un niño con un temperamento difícil, también denominado disregulado, suele tener “más dificultad para conciliar el sueño o despertarse durante la noche en múltiples ocasiones que el niño con carácter más afable”. Se trata de “niños que no paran de hacer demandas a sus padres y familiares y que una vez las obtienen sigue exigiendo más, porque lo que realmente quieren es ser el centro de atención”.

Por otro lado, los cambios en los horarios de sueño de los niños, “propiciados por los padres” tienen una influencia negativa en los pequeños. En este sentido, “los padres nunca deben adaptar las necesidades horarias de los niños a las de los adultos, sino al contrario”, concluye.

Un trastorno del sueño para cada edad

Como explica el especialista, los problemas relacionados con el sueño van cambiando según la etapa de la infancia y adolescencia en la que se encuentren.

Cabe destacar, sin embargo, que en los primeros cuatro meses de vida es habitual que los bebés se despierten muy frecuentemente y este hábito no es un problema del sueño sino una adaptación normal de su organismo. Por el contrario, a partir de los seis meses “debería ser capaz de dormir entre cinco y seis horas todas las noches”.

Así, los problemas más frecuentes en esta etapa (6-12 meses) son “los despertares nocturnos, el rechazo a acosarse, el reclamo a compartir la cama o a seguir exigiendo una alimentación nocturna, sabiendo que a partir de los cuatro meses “no necesitan ser alimentados por la noche”.

Entre los dos y los cuatros, el problema más frecuente es el “insomnio de inicio”, es decir, la dificultad para iniciar el sueño, bien “por malos hábitos, asociaciones indebidas o problemas físicos”. También es frecuente el “insomnio de mantenimiento”, es decir, cuando se despierta frecuentemente.

A partir de los tres años hasta los ocho se pasa al terreno de la “parasomnia”: los terrores nocturnos y pesadillas, a los que también puede añadirse el insomnio. A partir de esta edad se puede diagnosticar la enuresis nocturna (hacerse pis por la noche varias veces), el sonambulismo tranquilo (sentarse en la cama) o activo (agresivo hacia los demás o salidas nocturnas del hogar).

A consecuencia de la mayoría de estos trastornos, “el niño durante el día sufre somnolencia diurna que puede afectar a su rendimiento escolar, entre otras repercusiones”, concluye.

Cómo mejorar el descanso nocturno

Cuando la falta de descanso por las noches repercute en la calidad de vida del niño durante su fase diurna y, en consecuencia, de los padres, nos enfrentamos a un trastorno del sueño que debe tratarse “única y exclusivamente por el especialista”.

Debemos ponernos en manos de un pediatra o especialista de una unidad del sueño, para que valore las causas del trastorno y la mejor manera de tratarlo. El remedio más habitual pasa por la denominada terapia cognitivo-conductual y, si se requiere, la administración de fármacos especialmente destinados a la población infantil.

El especialista lanza un mensaje esperanzador para todos aquellos padres que se enfrentan a un trastorno del sueño infantil. “Deben despojarse de la culpabilidad que muchas familias traen consigo, por ciertos hábitos para con sus hijos y pensar que la mayoría de estos trastornos son tratables por el pediatra y cuanto antes mejor”, concluye el especialista.

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